Un corto pero curioso relato (no es mío)

Aunque no sé de quien es, aquí os dejo un bonito relato que puede sernos de utilidad respecto a nuestra forma de actuar y pensar.

Antonio, un padre de familia, cierto día, cuando regresaba del trabajo, se encontró con un atasco de tráfico infernal y notó que un señor conducía apresuradamente, cortándole el paso a todo el que podía al tratar de abrirse paso entre los vehículos.

Cuando se aproximó al vehículo de Antonio, se le atravesó de una manera tan brusca que por poco ocurre una colisión.

En ese momento, Antonio tuvo deseos de insultarlo e impedirle el paso, pero luego pensó:- ¡El pobre! Está tan nervioso y apurado... ¡Sabrá Dios si tiene un problema serio y necesita llegar cuanto antes a su destino…!

Con estos pensamientos, detuvo por completo su auto y lo dejó pasar.

Al llegar a casa, Antonio recibió la noticia de que su hijo de tres años había sufrido un grave accidente y había sido llevado al hospital por su esposa.

Inmediatamente se dirigió al hospital; al llegar, su esposa corrió a sus brazos y lo tranquilizó diciéndole:- Gracias a Dios todo está bien. El médico llegó justo a tiempo para salvar la vida de nuestro hijo; ya está fuera de peligro.

Aliviado, Antonio pidió hablar con el médico para mostrarle su agradecimiento.
Cual no sería su sorpresa cuando vio que el médico, era ese señor nervioso y apurado a quien le había cedido el paso casi una hora antes...

"Hay que estar siempre dispuesto a ayudar al prójimo, independientemente de su apariencia o condición económica.

Trata de ver a los demás más allá de las apariencias.
Imagina que, detrás de esa actitud que no entiendes, existe una historia, un motivo que puede llevar a esa persona a actuar de una manera determinada".

Pues sí, hay veces que no nos paramos a pensar y hacemos algo equivocado. En este caso, todo fue bien. Para reflexionar, sin duda.

Una historia que puede ser muy real...
A veces no calibramos lo que vemos, tendemos a pensar lo peor.

Hace años nos pasó algo muy agobiante.
A mi hijo le había dado una fuerte subida de tipo alèrgico: estaba todo hinchado y corrimos al coche para llevarlo a urgencias; cuando arrancamos buscamos un pañuelo (mi marido siempre lleva uno en el bolsillo y ese dia no sabemos como, no lo llevaba), ni habìa un solo papel grande el el coche para poder sacarlo por la ventanilla y hacer señales con él para advertir que llevábamos una urgencia, asì que tocando el claxon sin parar y pidiendo a Dios que apareciera la policía, que no pasó, pudimos llegar a tiempo al Hospital, no sin sufrir insultos por el camino....
A las 5 de la tarde... ¿no se puede pensar que ese coche que pita y que intenta pasar es por algo urgente? ¿Tanto trabajo cuesta apartarse un poco y dejar pasar?
!que poco nos ponemos en el sitio de los demás!

Empatía, ponerse en el lugar del otro, es un ejercicio que deberíamos practicar más a menudo. Supongo que como cualquier otra actitud, unos tendremos más o menos predisposición a practicarla con mayor o menor esfuerzo.

Por desgracia no siempre es así. Os voy a poner un ejemplo, y me consta que casi siempre se trata de la misma persona.

Resulta que a la salida del pueblo donde vivo, la que da a la autovía de Valencia, hay un tramo con la velocidad limitada a 60 km/h. Y cuando digo limitada me refiero a que de vez en cuando, sin previo aviso, los guardias de verde ponen un control bien escondido de velocidad a la caza y captura de quien sea. (Que le pregunten a mi mujer por aquella multa de 75 euros, por pasarse en 16 km/h la velocidad)

Pues bien, desde que sé eso de esa curva, de un solo carril, por cierto, y con pivotes de plástico a los lados, el nene y la nena no pasan de 60. De todas formas siempre hay algún/a energúmen@ que, creyéndose con todo el derecho, empieza a hacerte largas y pitar, cuando, primero, no hay donde apartarse para que pasen; segundo no se debe pasar de 60... Así que les toca a esas personas esperarse a que llegue a la autovía, donde pueden ponerse tranquilamente a 120 km/h... Mirándote con cara de perro rabioso cuando consiguen rebasarte, por cierto.

¿Qué quiero decir con ésto? Que personas como las del relato del socio (de autor anónimo, hasta la fecha) son, desgraciadamente, minoría. Me veo obligado a conducir una media de 6 horas a la semana, y creo que sé distinguir perfectamente entre los que van con cierta prisa y los que simplemente se creen los amos de la carretera. Y de estos últimos hay demasiados...

Podría contaros muchas historias al respecto, muchos casi-accidentes que me han pasado, incluso algún despiste mío también, que podría ser interpretado como mala fe por otros... Pero la diferencia está en la mirada que devuelves o que te devuelven. Que pedir disculpas por un fallo no cuesta nada, y que creerse tener siempre la razón cuesta mucho menos, por lo que veo a diario.

Y la cantidad de veces que no he recriminado a alguien algo, por temor a que la persona que lleva ese coche sea peligrosa... Esas, son incontables. La gran mayoría de veces he optado por callar y seguir...

Si José, que mejor es seguir y callar que salir del coche y enfrentarse como energúmenos, que de todo hay... porque.. ¡ como se vuelven algunos de violentos al volante!